martes, 4 de marzo de 2008

Poco tiempo para tanto que descubrir...




En Toledo a 4 de Marzo al borde de un ataque de nervios con las compañías de teléfonos y sus absurdas/os teleoperadores, buscando un remanso de paz en mi alborotado interior.

Hijo de Zeus y Hera, nació pequeño y cetrino, nadie se habría esperado algo así teniendo tan bellos progenitores. Tras una disputa conyugal, en la que Hefesto intervino en favor de su madre, Zeus lo arrojó fuera del Olimpo cayendo por azar a la isla de Lemnos. Maltrecho, casi sin respiración fue recogido por la ninfas Eurínome y Tetis las cuales lo cuidaron y criaron como a un hijo. Hefesto creció arrastrando una cojera provocada por el fuerte impacto, pero aprendió a trabajar el hierro como ningún otro en la gruta submarina donde fue criado.

Vulcano (Rubens)

El peso de la conciencia y el paso del tiempo hacen que Zeus sienta cada vez más compasión por el hijo perdido. Zeus le busca y le ofrece un puesto en el Olimpo, allá donde siempre debería haber estado, pero Hefesto ya no pertenece a ese mundo, toda su vida está en su taller y en el laborioso trabajo que día a día realiza. En compensación Zeus le promete en matrimonio a Afrodita, entre las diosa la más bella.
Hefesto no puede creer su suerte, se va a casar con una mujer extremadamente hermosa. Prepara todas sus estancias para acoger a la diosa. Afrodita nunca está satisfecha, su marido le parece despreciable y sus labores también.
Aquella mañana Apolo aparece en la fragua para anunciarle que Afrodita, su amada mujer, le está siendo infiel. Ha sorprendido en el mismo lecho a Afrodita con Ares, los presentes no pueden ocultar su sorpresa a la vez que sentir cierta pena por Hefesto. ¿Cómo confirmar tan cáustica noticia? Se encierra en el taller donde teje una fina red que extiende sobre el lecho y atrapar así a los amantes.


La forja de Vulcano (Velazquez, 1930)

Es importante que todo el mundo lo sepa, todo el mundo rechazará acto tan deleznable, tan mezquino, tan bajo… la honestidad profesada por Hefesto le impidió ver que el resultado final sólo serviría para hacer públicas las infidelidades de su esposa y convertirse en el hazmerreír del resto.


Venus, Vulcano y Marte (Tintoretto, 1555)